En esto muchas personas que se califican como “directos” suelen esgrimir en sus dichos que lo hacen “sin pelos en las lengua”, lo cual, al comentar con otro lo que piensan en el momento los hace merecedores de ser honestos. Ahora bien muchas veces podemos pensar en algo y decirlo a la persona que está compartiendo con nosotros en un momento determinado, pero puede responder a una reacción, de modo que el exceso de franqueza puede estar vinculado a la impulsividad del individuo de lanzar comentarios sin efectuar un ejercicio mental; si bien es cierto este cristiano no a pecado, porque ha dicho la verdad, el decir lo que pensaba en ese momento no quita que después pueda cambiarlo, sobre todo cuando nos referimos a una crítica de una persona. A veces es bueno hacer caso a los adagios, como el pertinente: “no seas esclavo de tus palabras, sino dueño de tu silencio”.
La sinceridad a secas puede traer graves consecuencias frente a los que nos rodean, ya que al considerarlo como valor absoluto, sin considerar otros factores podemos dañar a nuestros cercanos, actuando de modo impulsivo sin una reflexión previa que nos permita tomar decisiones reflejados en nuestros dichos que sean más consistentes. A pesar de que el ser humano es mutable en cuanto a lo que dice y piensa, en nuestra sociedad además de la franqueza es valorable la consecuencia de lo obrado y declarado.
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